¿De dónde viene el agua que tomamos?

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Todos los días damos por hecho que el agua estará a nuestra disposición al girar la llave del lavabo, la ducha o el fregadero. ¿Qué ocurriría si un día esto cambia? El hecho es que no existe civilización que pueda desarrollarse sin acceso al agua. Las grandes ciudades se asientan cerca de grandes fuentes de agua dulce como lagos o ríos, y han desarrollado sistemas complejos para gestionarla, volverla accesible y segura para la población.

El imperio romano edificó grandes acueductos, una serie de canales y puentes que recorrían la superficie o el subsuelo desde los manantiales, atravesando imponentes montañas, para aliviar la sed de sus habitantes. En los pueblos rodeados por altas montañas, como aquellos establecidos en el norte de la cordillera de los Andes, el agua proviene de una fuente excepcional: los páramos. Estos ecosistemas de gran altitud, que se sitúan entre los 3000 y los 5000 metros sobre el nivel del mar, tienen un papel esencial en la prestación de servicios ecosistémicos: son hogar de una gran diversidad de flora y fauna, se encargan de almacenar el agua en épocas lluviosas y liberarla en temporadas secas, y previenen la erosión del suelo. El líquido vital, que naturalmente recorre cuesta abajo desde los páramos a través de los ríos, es clave para la subsistencia de grandes ciudades en nuestra región como Quito y Bogotá.

Por ejemplo, en Quito, cerca del 90 % de su abastecimiento de agua procede del páramo. La salud de estos ecosistemas es afectada por factores humanos como el crecimiento de la población, la extensión del uso del suelo para cría de ganado y la agricultura, y también por el cambio climático. Por este motivo, la conservación y gestión de los páramos, así como de los ríos por los que fluye el agua, se convierte en una prioridad y requiere de políticas que demandan la integración del conocimiento científico para tomar decisiones.

Fotografía: Laguna La Mica – Reserva Ecológica Antisana. Crédito: Roberto Vallejo-Imbaquingo.

El 15 de marzo, Día Internacional de Acción por los Ríos, nos recuerda llamar la atención de todas las partes interesadas hacia la importancia de generar mecanismos efectivos para mantener la salud de estas fuentes de vida tan complejas y necesarias, tanto para el mantenimiento del equilibrio de los ecosistemas, como para la sostenibilidad y el desarrollo socioeconómico.

Las presiones humanas a las fuentes de agua son un riesgo para su preservación, por lo que el desafío se encuentra en alcanzar el equilibrio de sus diversos usos mediante estrategias de manejo participativas que consideren la importancia ecológica del páramo, los ríos y los derechos y medios de vida de las comunidades locales.

Al conocer de dónde procede el agua que bebemos, podemos reconocer la importancia de mantener el equilibrio de los ecosistemas responsables de su salud y sostenibilidad.

 

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