El Circuito de Circulación del Atlántico (AMOC) desempeña un papel crucial en el transporte de calor y sal a través de los océanos globales, modulando significativamente el clima terrestre. Un colapso del AMOC podría desencadenar un enfriamiento abrupto en Europa en cuestión de décadas, y el ciclo de la sal en los océanos es un factor clave en este posible colapso.
En promedio, un kilogramo de agua de mar contiene alrededor de 35 gramos de sales disueltas. Sin embargo, esta salinidad no ha sido constante a lo largo de la historia de la Tierra. Hace 3.800 millones de años, el océano primitivo tenía entre 1.5 y 2 veces más salinidad que los océanos actuales, que hoy en día varían entre 32 y 37 gramos de sal por kilogramo de agua.
La salinidad histórica de los océanos se estima mediante el estudio de evaporitas (rocas sedimentarias formadas por la cristalización de sales disueltas) y relaciones isotópicas, por ello, se llega a la conclusión de que los océanos primitivos eran más salinos que los actuales. Los volcanes submarinos de las dorsales mesoceánicas, ricos en sales, han sido una fuente significativa de sal. La erosión de rocas también ha contribuido a aumentar la concentración de sal a lo largo del tiempo.
Actualmente, la salinidad se mide con alta resolución gracias a satélites y boyas de deriva profunda. La lluvia, la escorrentía continental; incluyendo el derretimiento de glaciares y la evaporación son factores que afectan la salinidad en escalas climáticas de cientos a miles de años. En áreas subtropicales, donde la evaporación es alta, la concentración de sal es mayor, mientras que en regiones polares y tropicales, donde hay más aportes de agua dulce, la salinidad es menor.
A pesar de recibir grandes aportes de agua dulce de ríos como el Amazonas, Congo y Orinoco, la cuenca atlántica es la más salina. Esto se debe a que la evaporación en el Atlántico no retorna al mismo océano en forma de precipitación, sino que es exportada a otras cuencas. Además, el Atlántico está conectado con el mar Mediterráneo, una cuenca altamente evaporativa que contribuye con un flujo significativo de sal a través del Estrecho de Gibraltar.
La salinidad influye en la densidad del agua y, por ende, en las corrientes oceánicas que afectan el clima global. La Corriente del Golfo transporta agua salina hacia el norte, donde al enfriarse, aumenta su densidad y se hunde en los mares nórdicos, formando la circulación de vuelco meridional atlántica (AMOC). Este proceso continúa llevando aguas superficiales salinas a las profundidades del Atlántico, cerrando el ciclo de la sal.
El cambio climático está alterando el ciclo hidrológico de la Tierra, aumentando la capacidad de la atmósfera para retener humedad y modificando patrones de precipitación y evaporación. En áreas subtropicales, la evaporación está incrementando la aridez y la salinidad superficial, mientras que en zonas tropicales, las precipitaciones intensas disminuyen la salinidad superficial.