La inteligencia artificial (IA), que se ha integrado rápidamente en la vida cotidiana y las estrategias empresariales, podría estar conduciéndonos hacia un colapso energético. Aunque esta tecnología se presenta como una herramienta poderosa, su demanda creciente de recursos energéticos ha despertado preocupaciones entre investigadores y organizaciones internacionales, que advierten sobre las posibles consecuencias.
Detrás de las aplicaciones y asistentes virtuales impulsados por IA, se encuentran gigantescos centros de datos. Estos espacios albergan miles de servidores, donde los chips realizan cálculos intensivos para entrenar y operar los modelos de IA. Como explica el Dr. Diego Slezak, director del Laboratorio de Inteligencia Artificial Aplicada de la Universidad de Buenos Aires, cada uno de estos chips puede consumir hasta 100 watts, y con miles de ellos funcionando simultáneamente, el consumo energético se dispara.
Estos centros requieren además sistemas de refrigeración masivos para mantener las temperaturas bajo control, ya que los chips pueden alcanzar hasta 80 grados Celsius durante su operación. El resultado es un consumo energético considerable que, según el Foro Económico Mundial, ya representa entre el 2% y el 3% de la energía mundial, con proyecciones de aumento a medida que la IA se expanda.
Un tipo particular de IA, la generativa, es la que más preocupa a los expertos debido a su elevado consumo de recursos. Modelos como ChatGPT, que generan textos o imágenes a partir de instrucciones simples, requieren una cantidad significativa de energía. Por ejemplo, la creación de 1000 imágenes en un modelo de IA puede consumir tanta electricidad como cargar 522 teléfonos móviles.
Este consumo masivo de energía, combinado con el creciente número de usuarios y aplicaciones, podría agravar la presión sobre los recursos energéticos globales. Según estimaciones del científico de datos Alex de Vries, el crecimiento de la infraestructura de IA podría llevar a que este sector consuma tanta electricidad como países enteros para 2027.
A pesar de las advertencias, las inversiones en centros de datos para IA continúan aumentando. Empresas como Google, Amazon y Microsoft están destinando miles de millones de dólares para expandir sus infraestructuras, lo que a su vez incrementará su consumo energético. Un estudio reciente señala que estas compañías más que duplicaron su consumo de energía y sus emisiones de carbono entre 2017 y 2021, un patrón que podría continuar si no se toman medidas.
La paradoja de Jevons, que sostiene que la mejora en la eficiencia de una tecnología puede aumentar su uso y, por ende, su consumo total, se aplica aquí. Aunque se espera que la evolución tecnológica pueda reducir el consumo energético de la IA, muchos expertos, como de Vries, creen que esta dinámica es incompatible con la sostenibilidad a largo plazo. La proliferación de la IA generativa, con su insaciable demanda de energía, podría estar llevando al mundo hacia un colapso energético si no se toman decisiones prudentes y se mejora la transparencia sobre el impacto ambiental de esta tecnología.
El avance de la inteligencia artificial, si bien es impresionante, podría tener consecuencias inesperadas para el consumo energético global. La expansión descontrolada de esta tecnología sin una consideración seria de su impacto ambiental podría llevar a un futuro en el que la humanidad se enfrente a serios desafíos energéticos. Es crucial que las empresas tecnológicas y los gobiernos aborden este problema con la urgencia que merece para evitar un colapso energético que afectaría a todas las esferas de la vida moderna.