En el sur de Gaza, el Hospital Nasser alberga a Younis, un niño palestino de nueve años, cuya lucha contra la desnutrición se ha convertido en una carrera contra el tiempo. Deshidratado y con signos evidentes de desnutrición severa, Younis yace débilmente en los brazos de su madre, Ghanima Juma’a, quien desesperada hace un llamado urgente para obtener la atención médica que podría salvar a su hijo. La situación de Younis es un reflejo doloroso de una crisis que se extiende por toda Gaza.
La familia de Younis, como muchas otras, fue desplazada de su hogar en Rafah debido a la intensificación de los ataques israelíes. Ahora viven en condiciones precarias cerca de la costa contaminada de Asda’a, luchando por acceder a lo más básico: comida, agua y refugio. Las dificultades para encontrar alimentos y agua potable han agravado la salud de miles de niños, como Younis, cuyas vidas penden de un hilo.
El sistema de salud de Gaza, ya colapsado por años de conflicto, se ve ahora incapaz de responder a la creciente demanda de atención para niños desnutridos. Médicos en hospitales como el de Khan Younis han compartido relatos desgarradores de padres que suplican por leche para sus hijos, solo para ser rechazados por la falta de suministros. La ofensiva militar israelí ha destruido infraestructuras vitales, dejando a gran parte de la población sin acceso a agua potable ni a condiciones de saneamiento adecuadas.
El impacto de la desnutrición es devastador. Según un informe reciente de la Clasificación Integrada de Fases de Seguridad Alimentaria (IPC), casi toda Gaza podría enfrentar hambruna en los próximos tres meses. Ya se han reportado 34 muertes infantiles por desnutrición, una cifra que podría ser aún mayor debido a las dificultades para acceder a todas las áreas afectadas. Con más de 50,000 niños en necesidad de tratamiento urgente por desnutrición aguda, la situación es crítica.
Los efectos de la escasez de agua son igualmente graves. En el campo de refugiados de Jabalya, los niños hacen largas filas bajo el sol abrasador para obtener agua, mientras que muchos otros, en su desesperación, recurren a beber agua contaminada, lo que aumenta el riesgo de enfermedades infecciosas. La ONU y otras agencias humanitarias han advertido repetidamente sobre el «desastre provocado por el hombre» en Gaza, señalando que las restricciones israelíes a la entrada de ayuda humanitaria solo agravan la situación.
La falta de acceso a agua potable, alimentos y atención médica adecuada ha creado un entorno en el que la supervivencia es incierta. Las muertes de recién nacidos y de niños pequeños, como la del bebé Amal en el hospital Kamal Adwan, son un trágico recordatorio de la magnitud de la crisis.
Las organizaciones de ayuda siguen pidiendo la apertura de cruces terrestres para facilitar la entrada de suministros vitales a Gaza, pero hasta ahora, los esfuerzos se han visto obstaculizados por una combinación de problemas logísticos, operativos y de seguridad. Mientras tanto, las familias continúan enfrentando el dolor y la desesperación de ver a sus hijos sucumbir a la desnutrición, sin poder hacer nada para salvarlos.
La historia de Younis y de tantos otros niños en Gaza es un grito desesperado por ayuda en medio de una crisis humanitaria que no muestra signos de mejorar. La comunidad internacional se enfrenta a un imperativo moral de actuar antes de que más vidas se pierdan.