Las altas temperaturas no solo nos hacen sentir incómodos; también tienen un impacto significativo en nuestra mente. Estudios recientes demuestran que el calor no solo nos hace sentir agotados, sino que también afecta negativamente nuestra capacidad cognitiva, volviéndonos más agresivos, impulsivos y menos capaces de pensar con claridad.
En 2016, una ola de calor en Boston ofreció una oportunidad única para estudiar cómo el calor afecta el rendimiento mental. José Guillermo Cedeño Laurent, entonces investigador de Harvard, aprovechó esta situación para analizar cómo el calor nocturno influía en el rendimiento cognitivo de los estudiantes. El resultado fue claro: aquellos que vivían en dormitorios sin aire acondicionado, donde las temperaturas alcanzaban los 26 grados Celsius por la noche, obtuvieron peores resultados en pruebas matemáticas y de autocontrol en comparación con quienes tenían aire acondicionado.
Este estudio se suma a la evidencia de que las altas temperaturas pueden disminuir nuestra capacidad cognitiva. Incluso un ligero aumento en la temperatura ambiente puede reducir significativamente el rendimiento en pruebas de memoria y funciones ejecutivas. Estas conclusiones sugieren que el calor tiene efectos reales y tangibles en nuestra capacidad para procesar información y tomar decisiones.
El calor no solo afecta nuestra capacidad de pensar, sino también nuestro comportamiento. Investigaciones han demostrado que en días calurosos aumentan los incidentes de violencia, incluidos asesinatos, agresiones y violencia doméstica. Incluso en contextos menos extremos, como en el tráfico, las personas son más propensas a reaccionar con ira cuando hace calor.
Esta agresividad reactiva podría estar relacionada con la disminución del autocontrol que provoca el calor. Cuando nuestras capacidades cognitivas se ven reducidas, es más probable que reaccionemos impulsivamente ante situaciones que percibimos como hostiles.
Aunque no se conoce con exactitud el mecanismo por el cual el calor afecta nuestras funciones mentales, existen algunas teorías. Una de ellas sugiere que, cuando nuestro cuerpo se esfuerza por mantenerse fresco, el cerebro desvía recursos, como sangre y glucosa, hacia la termorregulación, dejando menos energía disponible para otras funciones cognitivas.
Además, el calor puede causar irritación y distracción, lo que a su vez afecta nuestro estado de ánimo y capacidad de concentración. El impacto del calor en el sueño también es relevante; la falta de un descanso adecuado puede empeorar la función cognitiva, como se observó en el estudio de Boston.
La mejor manera de mitigar los efectos del calor en el cerebro es mantener el cuerpo fresco e hidratado. Si no tienes aire acondicionado, los ventiladores pueden ser útiles, y siempre es importante beber suficiente agua para mantenerse hidratado. Al final, lo que más importa es la temperatura corporal interna, no solo la temperatura exterior.
El calor no solo nos afecta físicamente, sino que también puede tener un impacto profundo en nuestra mente, alterando nuestra capacidad para pensar con claridad y aumentando la probabilidad de comportamientos impulsivos. Por eso, es crucial tomar medidas para mantenerse fresco y proteger nuestra salud mental en condiciones de calor extremo.