El consumo energético del Big Data

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El extractivismo, conocido por su historial de promesas incumplidas y devastación ambiental, ha encontrado un nuevo aliado en la inteligencia artificial (IA). Esta tecnología, que en teoría podría transformar positivamente la relación entre la humanidad y el planeta, está siendo utilizada para profundizar los patrones de explotación y desigualdad bajo el capitalismo, en lugar de ofrecer soluciones sostenibles.

La relación entre el calentamiento global y la IA abre un panorama alarmante que, si bien es nuevo en ciertos aspectos, sigue la misma lógica de destrucción y sobreexplotación de recursos que el extractivismo tradicional. A pesar de que la IA, en su forma actual, se basa principalmente en «aprendizaje profundo» (deep learning) y «aprendizaje maquínico» (machine learning), sigue siendo una tecnología que algunos expertos denominan «inteligencia artificial estrecha», lejos aún de emular la complejidad de la inteligencia humana.

Sin embargo, su capacidad de procesar grandes cantidades de información y optimizar tareas ha sido aprovechada por el capitalismo como una vía para recomponer su salud económica desde la crisis financiera de 2008. Esto ha permitido a las grandes corporaciones explotar trabajo más barato a escala global, acelerar los tiempos de circulación de mercancías y aumentar las ventas, entre otras cosas.

Lejos de ser una herramienta neutral o beneficiosa para el planeta, la IA se ha convertido en otro mecanismo de extracción de valor y destrucción ambiental. Su uso bajo el capitalismo se profundiza a medida que se reconoce su potencial para aumentar la productividad y reducir costos, pero esto ocurre a expensas de las personas y el medio ambiente. En lugar de aprovecharse para planificar una producción más equitativa y respetuosa con el entorno, la IA se convierte en un instrumento de vigilancia, control y explotación, generando un nuevo capítulo en la contradicción entre la sostenibilidad del capitalismo y la salud del planeta.

El impacto de la IA en la crisis climática no es menor. La inmensa cantidad de energía que se requiere para entrenar modelos de IA, procesar datos y mantener la infraestructura tecnológica, genera una huella de carbono considerable. En un contexto donde el mundo necesita reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero, el uso intensivo de IA por parte de grandes corporaciones tecnológicas y sectores productivos contribuye al agravamiento de la crisis climática.

A medida que las grandes empresas despliegan esta tecnología a escala global, también aceleran la explotación de recursos naturales, impulsando prácticas extractivas que agotan el suelo, el agua y otros bienes comunes. Lo más alarmante es que, bajo el modelo capitalista actual, la IA no se orienta hacia la resolución de los problemas más urgentes del planeta, como el calentamiento global o la pérdida de biodiversidad.

En lugar de utilizarse para planificar democráticamente desde abajo una producción comunista que cuide al planeta y las mayorías, se transforma en una herramienta que favorece la vigilancia masiva, la precarización del trabajo y la acumulación de capital en pocas manos. Las corporaciones que controlan el desarrollo y despliegue de esta tecnología están más preocupadas por maximizar beneficios que por generar un impacto positivo en la sostenibilidad global.

Sin embargo, a pesar del sombrío panorama, existe un rayo de esperanza en la creciente resistencia a este modelo extractivista digital. En países como Argentina, donde los movimientos sociales y ambientalistas han enfrentado los sueños extractivistas del capitalismo verde, la lucha contra la utilización destructiva de la IA se ha convertido en un ejemplo de resistencia global.

Con el mundo observando, estas luchas podrían inspirar movimientos internacionales que cuestionen el modelo de desarrollo impulsado por la inteligencia artificial y demanden una transición justa que ponga la salud del planeta y de sus habitantes en el centro. El desafío es inmenso, pero las movilizaciones contra el extractivismo digital muestran que es posible imaginar un uso diferente de la inteligencia artificial. Si bien actualmente se utiliza principalmente para maximizar la eficiencia y el control en favor del capital, esta tecnología también tiene el potencial de ayudar a construir un futuro más equitativo y sostenible.

La clave está en quién controla y para qué se utiliza. Si los movimientos sociales y las clases trabajadoras logran disputar el uso de la IA y orientarla hacia fines democráticos y sostenibles, podría convertirse en una herramienta valiosa para transformar la relación entre la humanidad y el planeta, y no en otro instrumento de su destrucción.

El uso de la IA bajo el capitalismo representa una nueva fase de las dinámicas extractivistas que priorizan las ganancias sobre la salud del planeta. Mientras la IA se sigue desplegando para acelerar la explotación y el consumo, sus promesas de mejorar la vida humana y mitigar el cambio climático siguen siendo ilusorias. La lucha contra este nuevo extractivismo digital y por una IA al servicio del bien común es esencial si queremos evitar que el planeta y las condiciones de vida de las mayorías sigan deteriorándose.

Abigail Vallejo
Abigail Vallejo
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