El capibara, conocido también como ronsoco, es el roedor más grande del mundo y un símbolo de la biodiversidad peruana. Este animal sociable y adaptable, que puede pesar hasta 50 kilos, desempeña un papel esencial en el equilibrio de los ecosistemas al mantener la vegetación bajo control mediante su dieta herbívora, que incluye plantas acuáticas y terrestres.
El capibara es un indicador clave de la salud de los ecosistemas en áreas como el Parque Nacional del Manu, la Reserva Nacional Pacaya Samiria y otras áreas protegidas. Estas zonas no solo son refugios para los capibaras, sino también para una gran diversidad de especies que dependen de un entorno saludable.
Sin embargo, la deforestación y la expansión agrícola amenazan seriamente su hábitat. La pérdida de humedales y bosques afecta tanto a los capibaras como a otras especies que comparten su ecosistema.
En los últimos años, los capibaras han ganado popularidad a través de redes sociales, canciones virales y productos comerciales como peluches y juguetes. Este fenómeno, apodado “capibaramanía”, ha despertado interés por la biodiversidad y las áreas naturales protegidas del Perú.
Organismos como el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) han aprovechado esta notoriedad para reforzar la conciencia ambiental y destacar el impacto positivo de la conservación en el desarrollo sostenible del país.
El capibara contribuye significativamente al mantenimiento de los ecosistemas, siendo un actor clave para controlar la vegetación. Su presencia es un indicador de que las áreas protegidas donde reside están bien conservadas, alcanzando un 96% de preservación según el Sernanp.
El Sernanp insta a fortalecer las políticas de conservación y a fomentar la participación ciudadana en la protección de la biodiversidad. La “capibaramanía” debe transformarse en un compromiso activo para preservar los ecosistemas que benefician a las generaciones presentes y futuras.