La Cordillera de los Andes juega un papel crucial en el ciclo del agua en Sudamérica, almacenando agua en forma de nieve y hielo durante el invierno y liberándola lentamente durante los meses más cálidos. Esto abastece a millones de personas, no solo para el consumo directo, sino también para la agricultura, la hidroelectricidad y la minería.
El retroceso de los glaciares ha expuesto rocas ácidas, contaminando el agua de deshielo con metales pesados. Las lluvias intensas e irregulares han degradado los ecosistemas, aumentando la susceptibilidad a la erosión, deslizamientos de tierra e inundaciones. El cambio climático está dejando su huella visible en la Cordillera, donde el aumento de las temperaturas ha provocado un alarmante retroceso de los glaciares y el derretimiento del permafrost, suelo que permanece congelado por más de dos años.
Este fenómeno es evidente en el cerro El Plomo en Chile, una montaña de 5,400 metros que se puede divisar desde Santiago en días despejados. Este nevado, venerado por los incas que realizaban sacrificios humanos en su cima, ahora enfrenta un futuro incierto. La ruta hacia la cumbre de El Plomo, que sigue los antiguos senderos incas con restos arqueológicos a lo largo del camino, está en transformación.
En 1954, una momia inca fue encontrada cerca de la cima, perfectamente conservada por el clima seco y frío. Sin embargo, el aumento de las temperaturas ha causado el retroceso del glaciar y el derretimiento del permafrost, resultando en la formación y desaparición de nuevas lagunas, desprendimientos de tierra que han herido a escaladores y la apertura de sumideros que complican el acceso a la cima. Lo que antes era un ascenso a través del glaciar, ahora es una subida por una ladera rocosa.
Pablo Wainstein, ingeniero civil y estudioso de los glaciares andinos y árticos por más de dos décadas, advierte que estos cambios no tienen precedentes en la historia reciente. Los Andes albergan diversos tipos de glaciares, incluidos los glaciares cubiertos, descubiertos y de roca. Los glaciares de roca, compuestos por una mezcla de escombros y hielo, reaccionan más lentamente a los cambios climáticos en comparación con los glaciares descubiertos.
El permafrost, también se ve afectado, cuando este se degrada, ya no puede mantener unido el suelo, lo que provoca desprendimientos de rocas. Los glaciares en la Cordillera de los Andes están menos estudiados que los de otras regiones debido a su vastedad y a lo remoto de muchas de sus montañas. Sin embargo, aquellos que trabajan en la montaña, escalando las mismas rutas año tras año, son testigos de los cambios.
Muchos glaciares colgantes que antes escalaban ahora son simplemente paredes de roca. Este fenómeno también es evidente en la Patagonia, donde áreas previamente cubiertas por grandes glaciares ahora tienen bosques. Los Andes contienen el 99% de los glaciares tropicales del mundo, los cuales son más vulnerables al cambio climático debido a su proximidad constante al punto de congelación.
Las temperaturas globales han aumentado 0.06 grados Celsius por década desde 1850, y este ritmo se ha acelerado a 0.20 grados Celsius por década desde 1982, según datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA).
Un estudio publicado en el International Journal of Applied Earth Observation and Geoinformation revela que las temperaturas diurnas de la superficie invernal en los Andes han subido 0.50 grados Celsius por década desde el año 2000 a altitudes de 1,000 a 1,500 metros, y hasta 1.7 grados Celsius por encima de los 5,000 metros.