La COP29 en Bakú, Azerbaiyán, se centró en el financiamiento climático y los mercados de carbono, destacando avances importantes, pero también dejando pendientes críticas que serán clave en futuras cumbres.
Se acordaron $300 mil millones anuales liderados por países desarrollados y $1,3 billones para ser movilizados por actores públicos y privados. Sin embargo, estas cifras aún no alcanzan las necesidades estimadas por los países en desarrollo.Se definieron mecanismos para garantizar transacciones transparentes y salvaguardas obligatorias para proteger derechos humanos y el medio ambiente. Algunos países, como Brasil y el Reino Unido, anunciaron metas más ambiciosas, sentando un precedente para que otros ajusten sus planes antes de la COP30.
No se lograron acuerdos vinculantes para la eliminación progresiva de combustibles fósiles o subsidios relacionados. Este sigue siendo un tema divisivo que frena la descarbonización global. Aunque se definieron metas, los mecanismos para movilizar recursos, especialmente del sector privado, no están claros. La cumbre no dio prioridad a la biodiversidad ni a las soluciones basadas en la naturaleza, temas que ganaron relevancia en COP28. Los objetivos de triplicar las energías renovables y duplicar la eficiencia energética carecen de planes concretos para su implementación.
Los países deben actualizar sus NDCs para 2025, alineándolas con metas de reducción de emisiones y energías renovables.Se necesitan enfoques público-privados más efectivos para traducir los compromisos en acciones concretas. Será clave para abordar las brechas de Bakú, con Brasil liderando la agenda desde la perspectiva de los países en desarrollo.
La COP29 mostró avances significativos, pero dejó claro que los compromisos deben traducirse en acciones tangibles para enfrentar la crisis climática.