En un caso sin precedentes, autoridades brasileñas han identificado una nueva y alarmante técnica de deforestación en el Pantanal: la deforestación química, en la que se usan herbicidas para secar grandes áreas de bosque y permitir la expansión de actividades ganaderas sin ser detectados por satélites de monitoreo. Este método no solo elimina la vegetación visible, sino que también contamina el suelo, mata microorganismos y pone en riesgo la salud de comunidades locales e indígenas.
El caso más emblemático ha sido el del ganadero Claudecy Oliveira Lemes, quien enfrenta cargos por haber destruido ilegalmente 777 kilómetros cuadrados de bosque protegido mediante la deforestación química. Las autoridades buscan una compensación cercana a los mil millones de dólares por el daño ambiental. Aunque Lemes niega las acusaciones, la fiscal Ana Luiza Peterlini asegura que las pruebas muestran residuos químicos en la zona, además de registros satelitales que evidencian una disminución notable de vegetación en ausencia de incendios importantes.
Este tipo de deforestación plantea una amenaza insidiosa y duradera, con la posibilidad de que los contaminantes químicos se filtren al agua subterránea, afectando gravemente el ecosistema y la salud humana. En 2021, alrededor de 400 personas en el territorio indígena wawi tuvieron que abandonar sus hogares debido a la contaminación de áreas donde cultivaban y recolectaban miel. Asimismo, en Belterra, estudiantes y maestros fueron trasladados de emergencia por síntomas de intoxicación tras ser rociada su escuela con químicos.
Las autoridades brasileñas, como el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (Ibama), reconocen la complejidad de detectar este tipo de deforestación, ya que el uso de químicos facilita la quema posterior, destruyendo así evidencia directa del uso de pesticidas. Aunque es difícil monitorear esta práctica, el caso de Lemes ha impulsado a los investigadores a trabajar con universidades para mejorar los sistemas de monitoreo y frenar la expansión de esta técnica.
Además, el gigante cárnico JBS, una de las empresas a las que Lemes ha provisto ganado, ha anunciado que sus granjas ya no serán proveedoras de la empresa, en un esfuerzo por alejarse de prácticas que violen las leyes de conservación ambiental.