En el corazón de la laguna de Venecia, donde el agua y la tierra luchan constantemente por el dominio, ha emergido una novedad que ha capturado la atención de locales y expertos: el islote Bacan. Con apenas 250 metros de largo y 10 de ancho, esta franja de tierra que alguna vez desaparecía con las mareas ha echado raíces, tanto en sentido literal como figurado. Pero, ¿es este un triunfo de la naturaleza, o una advertencia de lo que podría estar ocurriendo en los márgenes menos visibles de la laguna?
Cubierta ahora por vegetación autóctona como juncos y tamariscos, Bacan ha resistido los embates del mar gracias a un delicado equilibrio. Según Giovanni Cecconi, ingeniero de la Universidad Ca’ Foscari y experto en adaptación ambiental, el islote es un símbolo de convivencia entre la naturaleza y la intervención humana. Cecconi atribuye su estabilidad al sistema MOSE (Módulo Experimental Electromecánico), diseñado para proteger a Venecia de inundaciones catastróficas.
“Las compuertas del MOSE permiten que más arena se deposite y protegen al islote de las mareas invernales”, explicó. Este sistema, compuesto por 78 compuertas hidráulicas, se activa cuando las mareas superan los 110 cm, bloqueando el flujo del agua del mar Adriático hacia la laguna.
Sin embargo, no todos comparten el optimismo de Cecconi. Andrea D’Alpos, experto en evolución costera de la Universidad de Padua, advierte que mientras Bacan florece, las marismas saladas de la laguna están en peligro. Estas zonas, que absorben grandes cantidades de CO₂ y protegen a Venecia de las mareas, dependen de los sedimentos que las tormentas invernales arrastran hacia la laguna.
“El MOSE bloquea estos sedimentos esenciales”, afirmó D’Alpos. Desde la activación del sistema, las marismas han perdido material a un ritmo alarmante, lo que compromete su función como barrera natural contra el cambio climático y las mareas altas.
Aunque Bacan representa un respiro para los venecianos y un atractivo natural, D’Alpos cuestiona su permanencia. “Está en proceso de acreción, pero no hay garantías de que resista los constantes cambios de la laguna”, señaló. Además, alertó que el desequilibrio ecológico provocado por la pérdida de las marismas podría desencadenar consecuencias a largo plazo para toda la región.
El surgimiento de Bacan ilustra el delicado balance entre la intervención humana y los procesos naturales. Si bien el islote es un ejemplo visible de adaptación, la desaparición de las marismas saladas pone en evidencia el costo oculto de estas intervenciones. Venecia enfrenta un dilema: proteger su ciudad emblemática a corto plazo o preservar los ecosistemas que garantizan su futuro.