El calentamiento global está alterando la relación entre la temperatura y las tasas de mortalidad de forma desigual, afectando principalmente a los países más pobres, que carecen de recursos para enfrentar las crecientes temperaturas. Actualmente, más personas mueren por frío que por calor, con una proporción estimada de 9 a 1. Sin embargo, el cambio climático está modificando estas cifras.
La relación entre temperatura y mortalidad ha sido históricamente significativa. En la actualidad, el frío moderado provoca más muertes que el calor extremo. Según Hannah Ritchie, jefa de investigación de Our World in Data e investigadora de la Universidad de Oxford, esto se debe a que el frío puede aumentar el riesgo de enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Sorprendentemente, la mayoría de las muertes por frío ocurren en temperaturas moderadas, no en climas gélidos. Por ejemplo, en Londres, las temperaturas ligeramente por debajo de los 18°C pueden incrementar la mortalidad.
El cambio climático está intensificando las olas de calor, afectando más a los países vulnerables donde las infraestructuras para mitigar el calor son deficientes. A nivel global, se prevé que las muertes por calor aumenten en países pobres, mientras que en naciones ricas las muertes por frío disminuirán, y las de calor subirán moderadamente.
La falta de infraestructura y acceso a refrigeración en regiones vulnerables agrava las muertes por olas de calor. Este desequilibrio de adaptación destaca una profunda injusticia climática, los países que menos han contribuido a las emisiones de CO2 serán los más afectados por el cambio climático. Las naciones ricas, como Estados Unidos y países europeos, tienen mejores recursos para enfrentar las olas de calor gracias a la infraestructura y el acceso a aire acondicionado, algo que no es común en países de ingresos bajos y medios, como India o Nigeria.
A medida que las temperaturas aumentan, el acceso a sistemas de refrigeración será crucial para salvar vidas. Sin embargo, en muchas partes del mundo, especialmente en países con altas tasas de pobreza, el aire acondicionado sigue siendo inaccesible. La falta de acceso a estos sistemas se percibe cada vez más como «pobreza de refrigeración», similar a la pobreza energética en regiones frías. Para hacer frente al calor, es necesario cambiar la percepción sobre el aire acondicionado: no es solo un lujo, sino una herramienta esencial de supervivencia.
Además del acceso al aire acondicionado, hay otras soluciones para reducir las muertes por calor:
- Planificación urbana inteligente: Las ciudades pueden diseñarse para reducir la exposición al sol mediante calles más estrechas, techos verdes y blancos, y la inclusión de vegetación urbana. Los árboles y plantas ayudan a enfriar el aire y proporcionar sombra, disminuyendo la temperatura en las zonas circundantes.
- Materiales de construcción: Usar materiales que absorban menos calor o faciliten la ventilación natural puede mantener frescos los edificios, reduciendo la dependencia de sistemas de refrigeración.
- Programas de salud pública: En algunos países, los sistemas de alerta temprana advierten a la población sobre olas de calor peligrosas, ofreciendo recomendaciones como mantenerse hidratado y buscar refugios frescos. Estas medidas preventivas ayudan a reducir el impacto del calor extremo en la salud pública.
El cambio climático está redefiniendo el riesgo de mortalidad por temperatura. A medida que el planeta se calienta, las muertes por calor aumentarán, especialmente en los países menos preparados para enfrentarlas. Si bien los países desarrollados verán una disminución en las muertes por frío y podrán controlar mejor las de calor, las naciones pobres enfrentarán una crisis sanitaria agravada por la falta de infraestructura adecuada.
Las medidas para mitigar el impacto del calor incluyen mejorar el acceso a refrigeración, implementar soluciones urbanas sostenibles y fortalecer la preparación ante emergencias. Sin embargo, estas estrategias requerirán colaboración y un cambio en la forma en que se perciben y abordan las desigualdades climáticas, para proteger a las poblaciones más vulnerables.